El sacudón


– ¿Y? ¿Cómo anda la industria del no morirse?

   Seguramente no es la pregunta más inteligente ni interesante que podía hacer, pero yo soy de esos que se ponen nerviosos con los silencios incómodos y dice cualquier pavada. Pocas cosas más incómodas que un ascensor con un desconocido. Y menos si el desconocido es un muerto-vivo.

   Bah, decir muerto-vivo delata edad, ¿no? Hoy en día se dice zombie. Muerto-vivo suena a peli doblada de cine de barrio, o de tele sábado a las cinco de la tarde. A peli clase B vista mil veces, o quizás eran mil pelis con títulos e historias muy parecidas.

   En fin, nada de esto viene al caso de que yo estaba en un ascensor con un muerto-vivo, ni con el silencio incómodo. O quizás sí, porque en esos momentos incómodos es que uno se autodistrae con esas cosas. Pero no empecemos de nuevo. Era un ascensor de esos modernos, medio lujoso, de los que no se siente el movimiento por lo que no sabía si subía o bajaba. Espacioso también por suerte, porque no se a qué olerá un no-muerto, pero no quiero saberlo y lo tenía suficientemente lejos como para no enterarme.

   Mi no muy inteligente ni muy interesante pregunta ni lo inmutó al tipo. Pero en mi incomodidad yo ni lo noté y seguí hablando, aunque siempre, como corresponde, dejando el espacio para que si quería responder pudiera.

   – Bah, no se si será industria o qué....

   Silencio.

   –¡Disculpe si lo ofendí, eh! Uno trata de ser respetuoso pero a veces mete la pata sin querer, vió...

   Silencio.

   Acá iba a decir algo sobre el tiempo, pero la verdad es que ni idea cómo estaba afuera.

   Silencio.

   – Tengo la sensación de que me olvido de algo, che... Aunque la verdad que siempre que salgo tengo esa sensación, así que.....

   Silencio.

   Silencio.

   Silencio.

   – Qué cosa estos ascensores modernos, ¿no? Uno no sabe si van rápido o despacio.

   Silencio.

   – ¿A qué piso va usted?

   Silencio.

   – La verdad es que me encantaría saber cuánto falta para bajar.

   Movimiento.

   El tipo se dio vuelta apenas para mirarme, con una mueca rara que puede haber sido sorpresa, incredulidad, burla o cualquier otra cosa. Pero no llegué a averiguar qué era, de hecho ni siquiera a hacerme cargo de que había reaccionado a lo que dije, porque justo ahí fue el sacudón.

   El ascensor se paró tan de golpe que hasta las luces se sorprendieron y parpadearon. Entré un poco en pánico. Ok, un poco no. Estar viajando con ese coso y encima en silencio ya me tenía medio alterado, pero encima la idea de quedarme encerrado vaya uno a saber por cuánto tiempo con él me dio un cagazo bárbaro, hablando mal y pronto. Miré para todos lados buscando el timbre de emergencia o algo, y de reojo noté que mi "compañero" miraba tranquilo para el techo.

   Después se volvió a sacudir todo, esta vez seguido de un ruido como un trueno, apenas apagado por las paredes del edificio o donde fuera que estaba el ascensor. El bicho ni se inmutó y siguió mirando para arriba como esperando algo o alguien. Como con la certeza del que sabe qué está pasando. Yo en cambio no tenía idea, así que empecé a buscar un palo, algo para defenderme, porque uno será respetuoso, tratará de charlar, les seguirá diciendo muerto-vivo a los zombies, no quiere demonizar a nadie ni nada, pero mejor estar preparado.

   En esa tensión y ese nuevo silencio pasó un rato indefinido y eterno. Yo agarrando un cacho de chapa o algo así que se cayó con el sacudón, y él mirando para arriba, casi impacientándose.

   Sin ningún aviso cayó algo sobre el techo. Me sobresalté casi hasta el techo, no tengo vergüenza en decirlo. Algo o alguien empezó a pegarle al techo y yo me prepare para vender caro mi pellejo o algo así. Sonaba como si estuvieramos dentro de un tambor de los golpazos que estaban dando arriba. Era obvio que no iba a poder con tantos zombis, pero creía que no me iba a regalar tampoco.

   De pronto, silencio otra vez. Lo miro al bicho, tratando de decidir si me lo trataba de sacar de encima ya o mejor esperaba a ver si en la confusión me iba mejor y de paso zafaba de tener que reventar a alguien con quien había compartido una charla. Él apenas había cambiado de posición, y ahora parecía más tranquilo que antes.

   Antes de lograr decidirme sonó arriba un chirrido de metal contra metal y un par de golpes más que se sintieron fuertes, pero hicieron poco ruido. Y ahí nomás, lo que menos esperaba: una voz humana que gritaba:

   – ¿Hola? ¡Aguantá, eh! Ya sabemos que estás ahí adentro, tenenos un poco de paciencia. ¡Ya te sacamos!

   – ¡JA! le grité al monstruo – ¡Son los mios! ¡Ganaron! ¡Yo sabía! ¡En tu cara, perdedor!

   Silencio otra vez. Ni me miró.

   Y yo con un poco de culpa, porque al fin y al cabo qué me había hecho el coso:

   – Eeeh, si no hacés quilombo trato de que te dejen en paz, eh. Osea, si puedo, no, capaz que los tienen que matar a todos o algo así, nada personal.

   Un ruido de metal contra metal me cortó el palabrerio. Parecía que iban a abrir el techo del lado que esaba él. Si lo primero que veían era al muerto-vivo no iba a haber chance de pararlos.

   – ¡Correte de ahí! ¡Te van a destrozar!

   Y ahí el bicho me miró y me puso una mueca que no podía ser otra cosa que lástima. Y así me seguía mirando cuando cayeron pedazos del techo levantando todo el polvo, y dejando entrar un humo y una niebla y después unos tipos con trajes de bomberos y luces en la cabeza que agarraron al muerto vivo, lo sacaron entre un par y salieron cerrando el techo.

   El ascensor volvió a moverse, no se si para arriba o para abajo.

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