Mis 20 Favoritos - 1: Adan Buenosayres

Adán Buenosayres de Leopoldo Marechal (1948)

En los dos o tres años que van entre que terminé el secundario y terminaron todos juntos los '90, el siglo y el milenio, una de mis actividades básicas fue devorar libros. En ese período me leí el grueso de la literatura latinoamericana, neobarroca, del boom o como quieran llamarle. Y lamentaba que no hubiese ni un autor argentino para incluír en ese género. Si bien comercialmente se lo suele contar a Cortázar como autor "del boom", estilísticamente siempre me pareció completamente ajeno. Básicamente me aburre. Al igual que todos los otros figurones de la literatura nacional que había leído hasta el momento1.

Un día cayó mi vieja diciendo que mi formación clásica no podía llegar a fin del siglo con el terrible defecto de no haber leído este libro, y me entregó el libraco recién comprado, tapa dura, con cintita señalador y 720 gloriosas páginas.

Y me voló la cabeza.

Creo que no lo leí de una, al primer intento lo dejé después del primer clímax, el del chancletazo genial. Recién lo releí entero un par de años después, y me atrevería a decir que el libro anterior de la lista lo leí en medio de estas dos lecturas. Pero eso no es lo que importa.

Lo que importa es que en Marechal encontré lo que estaba buscando: un autor barrocolatinoamericano argentino. De golpe un autor de ese estilo hablaba claramente en mi idioma. No sólo porque mi idioma, la versión particular que uso yo, está influída por Dolina quien está a su vez influído por Marechal, sino porque las cosas que pasan en ese libro, salvadas las distancias temporales, pasan acá a la vuelta, en cualquier barrio. Y porque si agarrás el libro y mirás un mapa gran parte de lo que se menciona sigue ahí. Y porque algunos personajes han vivido realmente en este país. Y porque la filosofía general del libro es porteña, tanguera y un poco folclórica.

Y lo groso no es sólo haber encontrado algo que creía que no existía sino que encontrarlo me cambió la percepción de todo lo demás que había leído. De golpe pude imaginar qué groso debe ser leer a Carpentier siendo cubano, a Jorge Amado siendo bahiano, a Roa Bastos siendo paraguayo, a García Márquez siendo colombiano y así. A aquella frase hecha "Pinta tu aldea y serás universal" le falta el contrapeso que sería "Pinta tu aldea y los de tu aldea flashearán".

Por eso este libro es y será mi favorito. Porque no sólo es buenísimo, sino que modificó mi percepción de muchísimos otros libros que leí. Creo que ningún otro libro, dentro o fuera de la lista tuvo un efecto tan fuerte en mi.

Ojo que la novela se sostiene sola. Cuenta de tres fatídicos días en la vida de quien da nombre al título, entre Villa Crespo y Saavedra, allá por 192. De tertulias en casas de buena familia, excursiones a ranchos telúricos y vueltas bohemias por la ciudad. De debates semifilosóficos en la búsqueda del ser nacional, desegaños amorosos en la búsqueda de la mujer ideal y el descenso al Infierno cuando ya no queda nada que perder. Y aparecen importantes personajes de la cultura nacional como el petizo Bernini, el folclorófilo Pereda y el glorioso astrólogo Schultze, todos más o menos en la misma búsqueda, búsqueda que siguieron en esa búsqueda por diversos caminos. Caminos que llevaron a que no les cayera bien a todos la aparición de este libro tantos años después. Marechal comenta no sin cierta desilusión, en sus Claves de Adán Buenosayres que lo que ocurrió es que algunos de sus antiguos compañeros se habían convertido en los figurones de los que se reían juntos 20 aǹos atrás.

Pero eso no es más que chusmerío literario. Lo que importa es que en este libro tenemos una epopeya anecdótica, y varias anécdotas contadas como epopeyas, escritas por uno de los autores más cultos que ha dado este país, gran poeta además, y con el lenguaje que ha dado este país. Muchos escritores latinoamericanos posteriores lo llamaron Maestro. De los que aparecen en esta lista seguramente Carpentier, Ema Wolf y Vargas Llosa.

Y yo también lo llamo Maestro, no por seguir sus pasos, (de eso está clarísimo que soy incapaz) sino porque en nuestro lenguaje porteño se usa "Maestro" como elogio superlativo, calculo que por extensión de que así se les dice a los directores de orquesta de tango. Y como Leopoldo Marechal fue uno de los grandes Maestros de ese lenguaje no le corresponde otro calificativo.




1Este "había leído hasta el momento" excluye en particular a Arlt. A los efectos de lo que cuento acá, Alrt ni me aburre tan violentamente, ni me produce lo que me produce Marechal.


1 comentario:

  1. me enorgullece lo que leí, por vos primero, por mí también. qué bien ilustrado con Xul Solar!!

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